miércoles, 20 de junio de 2012

Hamlet **

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Autor: William Shakespeare.
Traducción y versión: María Fernández.
Intérpretes: Pedro Casablanc, Antonio Gil, Javivi Gil 
Valle, Pablo Messiez, Pau Roca, Secun de la Rosa, 
Alberto San Juan, Yolanda Vázquez,  Ana Villa.
Escenografía: Paco Azorín.
Vestuario: Ikerne Giménez.
Iluminación: Valentín Álvarez.
Dirección: Will Keen.
Teatro: El Matadero. (14.6.2012)
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El Príncipe enloquecido

Viñeta, en el programa de mano
Ha hecho  María Fernández Ache una traducción y versión en blancos y preciosos versos –solo escasos añadidos- con sensibilidad y exactitud; un agradecimiento: es lo mejor de esta obra. Y escuchamos los textos en una coral de voces cálidas, pronunciadas y masticadas en menú de lujo. Otra cosa será la creación de ciertos personajes.
Al admirado escenógrafo Paco Azorín se le ha ocurrido –o se le ha propuesto- el puente del castillo, lugar de la aparición  espectral del asesinado Rey y padre de Hamlet. Una construcción metálica de suelos de rejillas, que ascenderá a otras dos alturas. Subidas y bajadas, carreras o escaladas por peldaños que servirán para moverse al príncipe de Dinamarca. Bajo la estructura, el espacio de grandes baldosas también de hierro (galvanizadas), será ocupado limpiamente por el salón real, el dormitorio o el cementerio. Tanto metal parecería un escenario militar: el propio Azorín lo diseñó, de modo similar, en la tragedia Prometeo, de Esquilo/Müller (CDN, Teatro Valle-Inclán, 2010). Las obras bélicas y de batallas no son lo mismo que La tragedia Histórica de Hamlet.
Todos los actores sueñan –es natural- con representar al Rey Lear, a Segismundo o a Hamlet (varias mujeres lo han hecho, como Blanca Portillo), y las actrices se enamoran de Lady Macbeth, de la Laurencia de Fuenteovejuna, o de la también mítica Julieta. No se ha reprimido el estupendo actor Alberto San Juan, bajo la dirección del prestigioso actor Will Keen, que en sus visitas nos mostró otro Shakespeare (Macbeth).
Este Hamlet, en cuanto aparece es un hombre nervioso, de movimiento en los diálogos. La reflexión interna, sus aportaciones filosóficas, su cálculo para la justa venganza del incesto de su madre, quien participó en la muerte del padre para que su amante Claudio ocupara el trono. Yolanda Vázquez es una extraordinaria actriz, con una riquísima creación que mezcla una extraña sensibilidad  junto al crimen. Y de nuevo, vemos al estupendo Pedro Casablanc, como asesino del Rey, ambicioso y astuto  político. El vestuario es de hoy, y su mesa de trabajo puede pertenecer a cualquier corrupción, cuya traslación se acepta muy bien al respetarse el original.
La revuelta de Hamlet por la libertad le transforma en una especie de sujeto extravagante,  psicológicamente enloquecido (lo hemos visto hasta convertido en un clown). Lo recrea el actor, logrando un cercano jeroglífico del ser o no ser. A la enamorada Ofelia, ya  con la  razón perdida  tras la muerte de su degenerado padre -el inteligente líder Polonio, a manos de Hamlet- se dirigirá con brutales insultos; desdichada ambulante, perdida y triste víctima del amor, que en monólogos o  canciones –con feísima música-, lo intenta hacer como puede Ana Villa.
Yolanda Vázquez y Pedro Casablanc, en un ensayo
Los  recuerdos sentimentales son aquí, más bien, testimonios de Hamlet ante la calavera de aquel Yorick, surgido en el cementerio de los  irónicos y sarcásticos enterradores –el comediante Shakespeare juega entre la existencia y la ausencia- que crean genialmente Casablanc   y Secun de la Rosa (casi todos los actores se duplican,  se triplican o se multiplican en diferentes personajes).
En la fortísima escena de Hamlet con su madre, Gertrudis, en su dormitorio y junto a su lecho, es cuando Alberto San Juan consigue crear a Hamlet, con esa  violencia agarrada en su interior.
No queda mal la definitiva escena de la matanza. Veremos, dagas, espadas y venenos. El anunciado enfrentamiento de esgrima, entre el Príncipe y Laertes, vástago de Polonio –ya con el suicidio de su hermana Ofelia, lo hace perfectamente Pau Roca-, cuya esperada lucha se resuelve a base de vulgares congelaciones con efectos de luz. No hay porqué pensar que los actores no estén preparados para la esgrima.
Muchos y muchos errores se perdonaron, y se aplaudió con calor la noche del estreno, admirando el enorme esfuerzo de estas duras tres horas que deben agotar al protagonista.
Enrique Centeno





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