jueves, 12 de abril de 2012

Falsetto **

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Autores: William Finn y James Lapine.
Intérpretes: Massiel,  Luis Amando, Paco Arrojo, 
Raquel Grijalba, Chus Herranz, Virginia Martínez, Marta Ribera, 
Roberto Sáiz, Enrique Sequero.
Dirección musical Alfonso Pérez.
Dirección: Luis Ramírez.
Teatro: Lara. (10.3.2000)
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Un musical alternativo

Se le llamó a esta función de madrugada “la golfa”, aunque su nombre era, simplemente, “la cuarta”, por ser el orden que ocupaba en diferentes días, ya casi de madrugada. La cuarta del Apolo fue refugio de juerguistas residuales, de citas no confesadas que se alargaban el mayor tiempo posible. Hoy nuestra fauna nocturna no excesivamente joven -esos están en la litrona y la violencia; al menos en el Madrid de los últimos años-, sino poblada por miles de hombres y de mujeres salidos del armario, y que nos van mostrando que los homosexuales y lesbianas forman un inmenso y pacífico ejército. Para ellos, sobre todo es este Falsettos, que se ha estrenado en las noches del Lara, y que viene a unirse así a ofertas como las que habitualmente hace su vecino teatro Alfil.
    Aunque representada sin interrupción, este musical de bolsillo presenta dos partes. Una primera, la del amor, la pasión, la entrega y el desenmascaramiento de la homosexualidad. Sus personajes cantan también a la esperanza de futuro, de sus sentimentales, queremos decir, y después todo se va tornando en un drama causado por el tópico que el espectador teme –la obra se estrenó en Broadway hace diez años-: la aparición de la peste del sida, que hace hospitalizar y agonizar a uno de los enamorados.
Massiel
 Son esas escenas, con el enfermo terminal presente, largas, penosas, como recreándose en la agonía, casi macabras. Los personajes, rodeando el lecho de muerte como en una siniestra Lección de anatomía, o el propio enfermo que canta su desdicha en  dudoso gusto que en su día tuvo el anuncio de la firma Benetton. Hay una ráfaga final que atenúa ese regodeo, esa sensación de castigo: el casado convertido en homosexual, o el amante del muerto que no manifiesta su arrepentimiento “a la americana”, y su reivindicación otorga valentía y coherencia a la obra.
    Hay un par de buenos músicos, en directo, y todos los intérpretes, sin excepción, cantan con excelentes voces, interpretando además muy bien sus papeles. Junto a ellos, no conocidos, aunque profesionales del musical, una Massiel que andaba escondida y que reaparece con su arrolladora personalidad, aunque un poco sobreactuada, pero cantando entre la ópera rock y el cabaret,  con esa expresividad que la caracteriza. Ha dirigido bien Luis Ramírez, y el público del estreno –incondicional, entendidos casi todos, aplaudió puesto en pie al final: a la obra y a la condición de sus personajes.
Enrique Centeno

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