sábado, 8 de octubre de 2011

Moscú Cercanía **

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Autor: Venedikt Eroféev.
Adaptacion teatral de Ángel Facio.
Intérpretes: Alfonso Delgado, Sergio Macías.
Escenografía: Nicolás Bueno.
Vestuario: Begoña de Valle-Iturriaga.
Iluminación: Jaime Llerins´
Dirección: Ángel Facio.
Teatro: Español. ( 6.10.2011)
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Fotos: Chicho
 Ebrio en el rail

No es muy largo el viaje en un tren de cercanías. Pero desde Moscú a Petuskki, el etílico hará el último de su vida, con el deseo de llegar al Purgatorio. En un resumen lo cuenta primero el Ángel de la Guarda, impoluto de blanco, a quien ya le retiraron las alas por haber fracasado ante este Benito; tan ingenuo y tierno, que seguramente, el borrachín no debió rezar el necesario “No me desampares/ ni de noche, ni de día”.
    Trasladada al teatro por Ángel Facio, este relato pertenece a la novela de Venetikt Eroféev (1938-1990), quien murió, como este personaje, a causa de su alcoholismo; al parecer, se trata de una autobiografía con algún futurismo. En su conocida oposición al régimen soviético, fue censurada esta Moscú-Fin de la línea (título de la novela), y el autor fue detenido y condenado. A Facio le ha debido entusiasmar para representarla.
    Benito –así se le llama a Venedikt- aparecerá como un desgraciado, vagabundo, hablador de sí mismo, borracho y mendigando el alcohol. En su pérdida, solo aspira a llegar a Petuskki para encontrarse con su querida puta. Así pudo subir al tren de cercanías. Entre estación y estación, va encontrándose en su vagón a diferentes viajeros, incluyendo al encargado Revisor. Avanzando en su borrachera, conversará y ofrecerá su bebida: al abstemio, a la mujer subnormal, a un anciano tembloso, o a un elegante funcionario.
   Estas escenas juegan con el humor –siniestro- o con situaciones sorprendentemente crueles: el público, en todo caso, se carcajea.
    Intenta el Ángel de la Guarda, inútilmente, corregir el comportamiento de Benito cuyo escapulario luce ingiriendo el vino y el vodka. Y también andan por ahí, espíritus de cuentos de Chéjov, de Gogol o de Tolstoy, nombres que se mencionan entre los asientos, el pasillo o la plataforma del vagón.
    El excelente actor Alfonso Diego se enfrenta a un largo personaje. Debe ir marcando la trayectoria de este hundido Venedikt. Más de hora y media, sin salir del escenario, en un esfuerzo fortísimo, crea un mundo enfrentado y abandonado. Lucha durísima, admirable. Sus textos son casi siempre de interés literario: no siempre, y a Diego le cuesta subir y bajada; sigue siempre mostrando su talento, pero el ritmo interno no señala su itinerario. Es admirable aisladamente, pero tanto tiempo en escena, no es posible conseguir toda la evolución. La aplaudimos, lo admiramos, a pesar de que no le es posible poder con tanta vía crucis. Facio, que bien le conoce, ha ensayado escena a escena, y quizá aprecie la necesidad de insartar y abreviar la llegada de Cercanía. Nos invitaron a ver el ensayo general. No sé si el director había trabajado las escenas separadamente; así nos dio la impresión, y es posible que él mismo note la extensión y los frenos del desarrollo.
    Ya conocíamos el talento de Sergio Macías, y en esta ocasión cuenta, además, con un regalo de exposición. Su personaje principal es ese Ángel, blanco y rubio, llegado tiernamente del Olimpo. Tan sincero, que dan ganas de ponerle en el altar. En su primer diálogo se gana al espectador y se le agradece que nos avance la historia que sucedió en aquel tren de cercanías. Y se hace cargo de hacer los seis personajes. En mutis o en oscuros, desaparecerá para transformarse, de un modo genial, en un estilo algo sátiro, algo remarcado para lograr diferencias en rostros, voces y vestuarios.
    La dirección de Facio se demuestra más en los personajes variados, en la burla y la ironía. Aquí, además de la biografía realista, ha añadido al final una proyección de un montaje sobre el comunismo soviético. Es también largísimo. Aparecerán lo mismo Lenin como Trotsky, entre soldados alineados o masas alienadas; creo que algunos planos de El acorazado Potemkin o el rostro del Zar aún en el Palacio. En blanco y negro o teñidos de rojo. Es, posiblemente, el acuerdo con el conservador Eroféev, quien sabe, un simple recuerdo histórico: lo cierto es que no lo comprendimos bien.
Enrique Centeno

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