domingo, 24 de junio de 2012

Cyrano de Bergerac **

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Autor: Edmond Rostand. 
Traducción y adaptación de Jaime y Laura Campmany. 
Intérpretes: Manuel Galiana, Juan Carlos Naya, Manuel Gallardo, 
José Carabias, Paula Sebastián, Antonio Medina, Juan Lombardero, 
Ana María Vidal, África Prat.
Escenografía: Gil Parrondo,.
Vestuario: Javier Artiñano.
Dirección: Mara Recatero. 
Supervisión general: Gustavo Pérez Puig. 
Teatro:  Español. (5.2.2000)
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Cyrano, el Romeo perdedor
Este es un drama romántico escrito cuando ya había muerto el Romanticismo. Fue Rostand uno de los escritores de la reacción: al positivismo, al realismo y a los nuevos aires culturales de la Francia de entre dos siglos (Zola). Pero el salto atrás de las tendencias, el anacronismo, no impide que a veces se produzcan obras prodigiosas. Esta es, sin duda, una de ellas. La historia del otro Romeo, el perdedor; la del antigalán del personaje quijotesco (hay explícitas alusiones a la obra de Cervantes). Nadie suele llegar a poseer a Julieta, se acostumbran a estar insatisfechos de sí mismos, y quisiera, además, ser un quijote. Le gusta identificarse con este entrañable personaje que su autor obtuvo, en parte, de la vida real.
La adaptación castellana la han hecho Jaime y Laura Campmany con soltura, versificando sobre el original, todo en pareados alejandrinos (más o menos, claro está, aunque las imperfecciones son mayores cuando los actores estropean los ritmos, las sinalefas, los hiatos, con ese defecto ya al parecer incurable de nuestros cómicos).    El espectáculo que ahora se presenta en el teatro Español es, curiosamente, otra reacción. Se ha acudido a un escenógrafo –Gil Parrondo- especializado en reproducir espacios verosímiles, imitativos, grandiosos en su cartón piedra que impiden la menor sugerencia, y le dan todo hecho al espectador. Iluminación plana –torpe, incluso-, movimientos corales –un elenco casi ostentoso que se apretuja en el gran escenario- sin gracia, colores de fondo que recuerdan esas bellas postales de estanco. 
Diseños de Cyrano
y Roxana. (Artoñano)
Al igual que en su día, media Francia se alineó con las tendencias conservadoras, este espectáculo tendrá también éxito. Lo ha dirigido Mara Recatero y la supervisión general la hace su esposo,  Gustavo Pérez Puig, que es el director del teatro Español. Recatero ha dado ya sobradas muestras de sus capacidades y de sus incapacidades, de modo que no sorprende que en este montaje no exista tensión interna. Da la impresión de que, a  veces, no se sabe qué es lo que se declama, la evolución de los personajes y de la acción; así, como el lamentable tráfico escénico. No importa: este teatro antiguo tiene su público, decimos. Poco exigente con Manuel Galiana, muy querido por todos nosotros; con Juan Carlos Naya -tan insípido como siempre-, o con una Paula Sebastián, cuyo papel de Roxana jamás llega uno a creérselo.
 El teatro Español sigue, por tanto, negándose a incorporarse a la escena contemporánea, a las nuevas tendencias, a lenguajes estéticos de nuestros días, o a la llamada a jóvenes espectadores que pertenecen a otra forma de concebir el arte. Se dirá que no tiene por qué hacerlo, como no lo hace el propio ayuntamiento de Madrid, del que depende: es cierto, y en ese sentido Pérez Puig está consiguiendo ser el director perfecto para el primer coliseo de la capital de España. 
 Enrique Centeno

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