jueves, 12 de abril de 2012

El homosexual o la dificultad de expresarse ***

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Autor: Copi.
Intérpretes: Helena Dueñas, Jorge Merino,
Secundo de la Rosa, Igor Larrauri Miriam Penela.
Escenografía y vestuario: Jesús Ruiz.
Traducción y dirección: Gustavo Tambascio.
Teatro: Alfil.(5.5.2000)
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Copi, el transgresor

Copi, pseudónimo del argentino Raúl Damonte (1939-1987), perteneció a una vanguardia tardía del París de los 60 y los 70. Tardía en sentido histórico, claro está: aquí a España no llegó nunca, circunstancia que no pocos de nuestros autores marcharon allí y le conocieron  aprendieron de este transgresor e iconoclasta. Copi es, en este sentido, uno de esos fenómenos  paradigmas del provincianismo de nuestro país sumido tantos años en la férrea censura, en el teatro convencional y pedorro que dominaba nuestros escenarios, incapaces de abrirse a la subversión de la Europa de entonces. Dibujaba también Copi escatológicas y pornográficas viñetas, que fueron reproducidas y traducidas aquí en una insignificante edición, casi artesanal, debida el artista valenciano José María Gorrís. Pero el argentino afrancesado nunca llegó, que sepamos, a los escenarios españoles.
  El homosexual o la dificultad de expresarse es una obra todavía sorprendente, en su planteamiento y estética, a pesar de que hayan transcurrido treinta años desde que fuera escrita (en su reparto estaba el propio Copi, y fue dirigida en París nada menos que por aquel tortuoso genio que fue Lavelli, compatriota del autor), y muchas de sus claves y lenguajes resultan demasiado familiares, porque, como decimos, son muchos los autores que desde entonces han bebido de ellas, desde el mismísimo Francisco Nieva a otros escritores menores, algunos vistos incluso en el propio teatro Alfil, donde acaba de estrenarse este curioso espectáculo.
Aquí todo el mundo parece estar loco, y los hombres no son hombres y las mujeres no son tal: no sólo los personajes, equívocos y enajenados, sino los propios actores. Todo se mueve en la vorágine del disparate y la confusión  permanente de seres que no tienen sexo, o que tienen demasiados, aunque la trama disparatada, ciertamente decrece a partir de la primera hora de espectáculo.

Viñetas de Copi
 Ha dirigido muy bien, Gustavo Tambascio, esta función de alto riesgo, y ha contado con estupendos colaboradores, comenzando por un par de músicos de jazz magníficos que hacen mucho más que ilustrar las transiciones o apoyar las escenas. Y un reparto formidable, donde los intérpretes deben arriesgar en su extraño travestismo, en el disparatado humor, en el surrealismo latente en cada momento, desde sus inimaginables vestuarios. Son todos excelentes, desde Jorge Merino, voluminoso –en su físico y en su talento-, hasta la menuda Helena Dueñas (no es fácil referirse con precisión a los intérpretes, porque el programa de mano no facilita el reparto, sino la relación de quienes intervienen). Un espectáculo, en suma, que aunque decae en su segunda parte, restituye a un ácrata de aquella cultura que debió llegarnos entonces, y que hoy se ve más como testimonio de lo que nos perdimos.
Enrique Centeno

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