lunes, 26 de diciembre de 2011

La avería ***

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Autor: Friedrich Dürrenmatt.
Versión teatral de Fernando Sansegundo.
Intérpretes: Daniel Crau/ Blanca Portillo, Emma Suárez,
Fernando Solo, José Luis García/ Miguel Hermoso,
Asier Etxeandia, José Luis Torrijo.
Vestuario: Elisa Sanz.
Escenografía: Andrea D'Odorico.
Música: Pablo Salinas.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Dirección: Blanca Portillo.
Teatro: El Matadero. (20.12.2011)
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Los cerdos del juicio


Esta vetusta casa, oculta en la soledad, se ofrecerá a un viajero y será convertida  en una falsa jaula -de paredes-. Un reclamo con cebo para atraer a este Traps, tras la avería de  su orgulloso automóvil Stubebaker. Son sus anfitriones el incomprensible propietario y la espumosa mujer como cuidadora de la mansión. Inquieta este encuentro, en el que se opone la simpática felicidad del recién llegado y esa pareja de andares y desconcertantes palabras en su recibimiento subterráneo. A Traps le hace cierta gracia, pero bien se adivina que esa noche algo potente va a ocurrir. Es como una novela de misterio y de crimen. A Friedrich Dürrenmatt le gustó siempre la intriga. Pero en su novela (adaptada al teatro por Fernando Sansegundo), incorporará su ironía y, sobre todo, el compromiso de su teatro político.
   Ha creado la escenografía el admirado Andrea D’Odorico, tan conocedor de las construcciones arquitectónicas. Una  polvorosa gran librería que cubre el muro, iluminada tenuemente por pequeñas vidrieras amarillentas (lo diseña Pedro Yagüe). Y aquí también llegarán, enseguida, tres esperados e inquietantes personajes: apergaminados individuos, de rostros y trajes en  una mezcla de estilo gótico y actual, con una sensación ambiental que nos acerca al Teatro Furioso de Nieva. Imágenes cuyo vestuario ha creado Elisa Sanz. 
En una bestial cena montada y bañada entre los vinos, irá calificándose esta piara de cerdos, rodeando los caracoles, el pollo  o las verduras y arrastrando sus hocicos  por los suelos. 
Son escenas de horror carcajeado. Y luego sabremos que se trataba de un Juez –el dueño-, el Fiscal, el letrado Defensor y el preparado Verdugo. En el banquillo colocarán al acusado (Trops, que había  conseguido llegar a la dirección de su empresa) del crimen cometido. 
    Toda la vista del juicio es una cínica borrachera para la condenación,  pero Dürrenmatt lo lleva al desprecio de la Ley y de los asesinos: ¿quién puede ser más culpable, cómo distinguir en la putridez  la justicia,  la culpabilidad  y hasta la ejecución? Como en su Proceso por la sombra de un burro. No nos será posible dar así una solución. Se acabó el buen humor entre el cinismo y la Audiencia convertida en una maldad esquizofrénica.
   
 No ha querido Blanca Portillo dirigir este montaje con actores maduros para estos viejos personajes. Ha utilizado a sus intérpretes con complejas caracterizaciones, maquillajes y pelucas, procedimiento -muy de cine -que aumenta el infierno de la obra. Ella misma hace –hombre y viejo- el personaje de Juez; fue casualidad poder verla en una de sus tres  representaciones en la que sustituyó a Daniel Grao, logrando un formidable trabajo. 
   Es todo el reparto –incluyendo a Portillo- un plato de lujosa  degustación para el público. José Luis García-Pérez se ocupa de Traps, ese sujeto aparentemente inocente que domina el humor, su incomprensión, y que llega a padecer su condena; es brillante, eficaz y sabio en su desdichada noche de La avería. El fiscal Ronz es cercano al temible Nosferatu, impresionante, que interpreta Asier Etxeandia riquísimo en sus voces, cuerpo vivo entre la muerte. Mademoiselle  Simone es volante  y fantasma, cuyo aspecto y caracterización casi nos impide reconocer a Emma Suárez, quien  crea, por sorpresa, una  diosa demonio, jugando entre las tinieblas seductoras y el terror. Interpreta muy bien al cerdo perdedor del Defensor, el estupendo actor Jose Luis Torrijo. Y el Verdugo feliz lo hace formidablemente Fernando Soto. Vaya colección de actores. Portillo lo lleva todo con mucho talento.
Enrique Centeno

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