lunes, 13 de febrero de 2012

La habitación del hotel **

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Autor: José Luis Miranda.
Intérpretes: Aurora Frías, Amparo Muñoz, Blanca Marsillach.
Escenografía: José Miguel Ligero.
Dirección: Manuel Galiana.
Teatro: Arlequín. (3.8.2000)
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Antes de salir a la plaza

 Hace dos años estrenó José Luis Miranda En el hoyo de las agujas, que había obtenido el Premio Lope de Vega en 1995. Se trataba de un monólogo en el que una torera vivía los momentos anteriores a su salida hacia la plaza. Lo que ahora ha hecho el autor es una especie de segunda versión, sobre el mismo tema, añadiendo dos personajes más, su moza de espadas (Amparo Muñoz) y una periodista (Blanca Marsillach), aunque al autor le gusta dejar sola en escena a la protagonista, María de Utrera (Aurora Frías) para que, como en la anterior versión, pueda monologar, confesarse sus propios secretos, sus miedos, sus ansias personales y profesionales.
    El personaje es el mismo: “Tengo miedo, Rosario” confiesa al fin a su moza, pegada a ella y con la que comparte, en un esquema clásico, sus confidencias, su pasado, sus tristezas. Esta María de Utrera no sólo tiene miedo, y desea fervientemente, que llueva para que se suspenda la corrida; sino que además, sabemos de su miopía. De manera que el héroe del Minotauro, el guerrero lidiador, el mito, en suma, de quien se juega la vida resulta aquí ser una mujer débil, muerta de miedo y de amor, en la que Miranda se aferrada más a la comedia y el enredo melodramático, que nunca se ve en escena, pero que es el referente continuo sobre los tres personajes.
Amparo Muñoz (1954-2011)
        La ceremonia de la preparación, el rito en la habitación del hotel, la liturgia de ponerse el vestido de torear, el silencio del miedo y del valor confundido, en contradictorias sensaciones, se trastocan por completo en esta propuesta. Porque ellas hablan y  hablan: muchísimo, como en tertulia de peluquería. Y  la excelente actriz que es Aurora Frías quiere cambiar el registro, pasar a la tragedia. pero no es capaz de hacerlo; ni su presencia ni su actuación hacen verosímil al personaje, y es imposible imaginársela en una plaza de toros. Se podrá pensar entonces que lo que importa al autor es, sobre todo, el conflicto entre ellas, pero, sinceramente, éste se limita a una historia de amor compartida, a unos engaños, a unas mentiras de mujer; poca cosa. Lo que importa de verdad, es el hallazgo o invención de Miranda, su verdadero personaje y su enfrentamiento con su espejo. Yo creo que debió dejarlo así, porque el texto era entonces más rico, más sincero, con una calidad literaria muy superior, que es lo que pedía el monólogo.
  Lo es fácil, de todos modos, saber dónde está el error, o los errores, de este espectáculo. Se han apuntado objeciones a su escritura, pero hay otros elementos que quizá han dejado demasiado al descubierto sus defectos. La dirección, muy convencional y poco creadora de Manuel Galiana. Aparte de lo dicho sobre Frías, hay una Amparo Muñoz de estupenda presencia, pero de elementales carencias fonéticas; la excesiva frialdad y artificiosidad de Blanca Marsillach, la más segura y de mejor voz, pero que tampoco permiten crear la tensión dramática que el texto pudierae contener. Sabe Miranda que En el hoyo de las agujas no se montó bien en su día, a pesar de hacerse en el teatro Español; debe saber que tampoco ha tenido suerte esta vez, porque se echan demasiadas cosas menores en este montaje.
Enrique Centeno

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