miércoles, 11 de enero de 2012

Los enamorados ***

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Autor: Carlo Goldoni.
Versión de Juan Carlos Plaza.
Intérpretes: Aurora Sánchez, María Álvarez, Magdalena 
Barbero, Víctor Manuel Dogar, Emilio Laguna, Aitor Tejada,
 Blaki, Víctor Villate, Enrique Simón, Mapi Sagaseta. 
Escenografía: Andrea D’Odorico
Vestuario y dirección: Miguel Narros. 
Teatro: Albéniz. (30.9.1999)
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El buen gusto como fin

Viene este año la temporada cuajada de excelentes productos y también -hay que decirlo-, de un teatro caracterizado por la búsqueda de la evasión, en la mayor parte de los casos. Si todavía es válida la idea de que el teatro es reflejo de la sociedad en la que se desarrolla, supongo que nuestra escena está obedeciendo a tiempos de desinterés, de seguidismo, de incredulidad ante todo, y de la disimulada desesperanza; y que de todo ello van contaminándose muchos de nuestros creadores.
Este es uno de esos estupendos enredos de Goldoni en los que el autor italiano supo muy bien burlarse y retratar la sociedad veneciana del XVIII, que es, verdaderamente, lo que le correspondía hacer entonces:  convertir su obra en el espejo al que nos referíamos.  La hipocresía de una burguesía decadente, los prejuicios y las formas externas que impedían aflorar la sinceridad en las personas. La comedia de costumbres, en suma, que él dibuja con mucha gracia, iniciando un modelo de farsa que hereda de la Comedia del Arte, cuyos personajes –Pantalón, Colombina, Arlequín- metamorfosea en tipos cotidianos del momento.
Lo que hoy queda para el espectador o el lector, además de su ingeniosa prosa, es la rotundidad del juego o del enredo, y los temas, que como en el caso del amor y los celos –éste de Los enamorados- mantienen la misma vigencia, aunque en formas distintas. También queda el lícito pretexto para, partiendo de una excelente escritura, lucir vestuarios, escenografía, estilos de interpretación diferentes. Lo que en cierto momento se llamó teatro del arte.
Este espectáculo es, en el sentido señalado, un verdadero paradigma. A lo largo de sus tres horas, Miguel Narros se sirve de Goldoni para hacer una exhibición de buen gusto, para encandilarnos con la hermosísima escenografía de Andrea Dódorico –una postal veneciana, un rincón neoclásico cálido que es, en sí mismo, todo un lienzo con volúmenes-, para dirigir toda la trama como impecable mecanismo, y también, como es habitual en él, obtener lo mejor de sus actores: una suma de elementos que producen eso que llamamos deleite para los sentidos.
Fotos de Miguel Gordé
De todos modos, el elemento diferenciador del teatro –respecto de la música, de los colores, del vestuario, de la cadencia lograda- son los actores, y en este caso hay una deliciosa, formidable y gozosa interpretación que casi justifica la tentación de esta puesta en escena. Ver moverse y hablar a Aurora Sánchez produce un raro placer, por ejemplo, con esa maestría de formas, de pausas, de matices de voz (tiene el gran teatro Albéniz el sambenito de la mala acústica, y con él se justifican muchos actores y hasta imponen los odiados micrófonos algunas compañías: aquí se acabó). Con ello hacen todos un trabajo en la misma línea de expresividad corporal, de comprensión de personajes, de riqueza del juego, desde el tonto galán –Enrique Simón- al gracioso arlequín Blaki, con los excelentes trabajos de María Álvarez o de Magdalena Barbero. Y una mención aparte obligada para Emilio Laguna, actor cuya propensión al dislocación cómico ha sido aquí contenida y aprovechada para, sin evitar el lucimiento de su fuerte personalidad, construir un personaje formidable, ese cuya presencia engrandece las escenas y que, cuando no está en ellas, se le espera sabiendo que dará el tono y el ritmo de la farsa mejor que nadie. Su personaje de Fabricio, una especie de burgués mariquita, tierno y arruinado, posee el exceso del viejo Pantalón y la ternura de los nuevos tiempos de Goldoni. A todos se les aplaudió mucho, y merecidamente, la noche del estreno de un montaje perfeccionista, manierista casi, como si el tiempo no existiera para estos creadores.
Enrique Centeno

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