martes, 18 de octubre de 2011

Tú no tienes la culpa, Federico **

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Autor: Moncho Alpuente.
Intérpretes: Gracia Olayo y Sole Olayo
(Las Veneno).
Música: Reverendo.
Vestuario y escenografía: Manu Berástegui.
Dirección: Alfonso Ungría.
Teatro: Alfil. (2.12.1999)
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En desagravio a Lorca


Durante 1998 –parece ya lejísimos, ciertamente- se conmemoró el centenario del nacimiento de Lorca. Libros, CD Roms, espectáculos, recitales, placas y monumentos, rindieron homenaje al autor granadino. Muchísimos de ellos pertenecían a la cultura reduccionista de la caspa; otros, al simple oportunismo de mercaderes, y fueron muchos los que denotaban un profundo desconocimiento de Lorca. Dos o tres cosas han quedado para la memoria, es cierto, pero a Moncho Alpuente, que se le nota su amor a Federico, se ve que todo aquello le puso de los nervios y escribió entonces su contra-homenaje.
    Tú no tienes la culpa, Federico, es una burla. No contra el poeta, naturalmente, sino contra su estereotipo, su manipulación. El espectáculo delata ese amor al autor, tanto que Alpuente ha decidido que él y las dos actrices venenosas sí pueden reírse con Lorca, como si, en el fondo, se reivindicara como patrimonio propio y, por tanto, se arrogaran el derecho a divertirse con las parodias. No nos parece mal. El autor ha organizado una serie de números en los que repasa los diversos aspectos que sirvieron para perpetrar contra Lorca muchos actos. Tienen esa chispa característica de Moncho Alpuente, fácil en sus irreverencias, en sus formas pareadas, iconoclastas y muy eficaces. Son buenos números, en general, aunque en alguno se entretiene demasiado (incomprensible que se dediquen largos minutos al tal Antonio David, aunque fuera picoleto: el personajillo, casado con la hija de una folklórica, no creo yo que tenga materia dramática ni humorística, sino únicamente patética, y, en todo caso, muy apropiado al ámbito del teatro Alfil.
    Es lástima que el espectáculo llegue tanto tiempo después, porque se nota que es una reacción viva a un momento concreto, que es una de esas funciones hermosas que debe tener el teatro. Ya no es lo mismo el choteo con Los tres tenores o con Joaquín Cortés, por ejemplo, que en su momento del centenario. Pero quedan ellas, Las Veneno, Gracia y Sole Olayo. Están, como siempre, rompedoras, frescas, divertidas. Bailan, cantan, se burlan de ellas mismas, coquetean con el espectador, y consiguen un espectáculo de cabaret excelente, muy apropiado para la sala en la que se representa, y que dignifica el género, que es lo que ellas suelen hacer. Las dirige bien Alfonso Ungría con una escenografía retro, decadente, de bombillitas y lunas cercanas a la vieja carpa de Manolita Chen. Y el público ríe mucho y comprende que, efectivamente, Federico no tuvo la culpa de tanta tontería como se le hizo en el centenario.
Enrique Centeno

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