martes, 25 de octubre de 2011

Rosas de dos aromas **

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Autor: Emilio Carballido.
Versión de Neil Diago.
Intérpretes: Carmen Belloch, Consol Soler.
Escenografía: Manuel Zuriaga.
Vestuario: Carlos Marco.
Dirección: Juli Leal.
Teatro: Círculo de Bellas Artes. (28.9.1999)
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Dos actrices y poco más

La interesante Muestra de Teatro de las Autonomías Villa de Madrid, que acoge el Círculo de Bellas Artes, nos trae a un prestigioso autor mejicano, de la mano de los Teatres de la Generalitat de Valencia. Se trata de Emilio Carballido, insuficientemente conocido entre nosotros, y que representa a una generación del teatro clásico realista de aquel país. Hace ya bastantes años, pudimos ver uno de sus títulos más conocidos, Orinoco, sin que, ni antes ni desde entonces, el autor haya subido a nuestra escena. Los valencianos que traen Rosa de dos aromas han hecho un excelente trabajo, en especial en lo que se refiere a la impecable interpretación de las dos actrices, pero parten de un texto muy inferior al del citado.
Emilio Carballido

    Son los mejores elogios a un trabajo digno de mejor causa, sin la menor duda. Como en Orinoco, hay aquí dos personajes femeninos tratando de sobreponerse a la adversidad, representada por el hecho de que un hombre, marido al mismo tiempo de las dos, sin que ellas lo supieran. Se encontrará él encarcelado, y ahora deben ellas reunir el dinero para la fianza. A lo que se asiste es al encuentro, enfrentamiento, y, posteriormente, un entendimiento que lleva a estas dos engañadas mujeres a la íntima amistad. Se desarrolla todo en una pretendida clave de humor, como no podría ser de otra manera, ya que las situaciones poseen, en el fondo, una gran jocosidad. La disparidad de las dos mujeres –peluquera una, traductora la otra-, debiera ofrecer la cara o el retrato del polígamo al que nunca se llega a ver, pero tal cosa no sucede. Lo que de verdad sí aparecen son una serie de anécdotas entre ellas, que conducen a un consabido y vulgar final, que cualquier espectador hubiera imaginado con más ocurrencia.
    A medio camino entre la comedia de humor –esa tentación perversa de tantos dramaturgos- y del neorrealismo, la función se mueve en ritmos y parlamentos repetitivos, cansinos. Y las expectativas que crea el planteamiento se convierten a los pocos minutos en una completa decepción, sin que el cuidado trabajo de la compañía pueda evitarlo.
Enrique Centeno

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