jueves, 12 de abril de 2012

Eva Duarte ***

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Autor: Copi (Raúl Damonte).
Intérpretes: José Martret, Pilar Rodríguez,
Marcelo Orueta, manda Marugán, Rishi Roberto Daste.
Escenografía: Orueta-Recabarren.
Versión y dirección: Eduardo Recabarren.
Teatro: Ensayo 100. (5.6.2000)
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Evita está jodida

Ha vuelto Copi. El Ciclo Iberoamericano de las Artes, que celebra la sala Ensayo 100, ha tenido la excelente idea de incluir en su programación a este autor, tan poco conocido entre nosotros, como lo hizo el teatro Alfil hace tan solo unos meses: locales minoritarios, como se ve, para un gran autor que, en los tiempos de la gran vanguardia francesa, pasó desapercibido entre nosotros, más enredados en la comedia de salón y el vodevil.
         El argentino –cuyo nombre real es Raúl Damonte-, exiliado en París y conocido gracias a sus tiras cómicas, se mueve en variados registros, siempre rozando la subversión y burlándose del orden. Si en su anterior obra vista, El homosexual, se ponía el mundo y sus convencionalismos por montera, en esta ocasión quiso dirigir su mirada a la Argentina peronista a través de la figura de Eva Duarte.
         La llamaron a ella Evita sus cientos de miles de seguidores, fanáticos adoradores, idólatras de un país al que el populismo había sumido en una alienación, y podía sustituir a la dictadura clásica de aquellos pagos.  Eva Duarte se había fugado con un tanguista a los 15 años camino de Buenos Aires (“cuando la traje al mundo era una india que no sabía hablar español”, hace decir Copi a su madre en esta invención), y la figura del presidente Perón no se entendería sin esta mujer, actriz de radio que consiguió casarse con él, dirigirle, ayudarle, montar un movimiento de mujeres; incluso hasta lograr, por primera vez, el voto femenino en Argentina. Muerta prematuramente -a los 33 años-, su cuerpo embalsamado y encerrado en un ataúd de plata de varias toneladas de peso.Vagó de aquí para allá envuelto en el misterio,  acrecentando el carisma de aquella mujer, a la que se llegó a dar, popularmente, el sobrenombre de Hada.
Cuando se pretendió rodar su famoso musical en Buenos Aires, se boicoteó el rodaje porque Madona no era digna de encarnar a aquel icono. ¿Cómo no iba a sentirse Copi, el argentino exiliado, la tentación de tratar este fenómeno?
Con la misma valentía transgresora del autor, esta compañía que la ofrece ahora, compone el esperpéntico retablo de una clase política degenerada y grotesca. El momento es, justamente, el que precede a la muerte de la leucémica rubia Evita, antes de que se vista con su traje blanco de noche, con el que será embalsamada para la posteridad. Con ella, un Juan Domingo Perón patético; una madre que hizo la calle en sus tiempos y que hoy se da cuenta de que su hija “está jodida” en una frialdad inhumana; una enfermera que es la antología del desconcierto, y la degeneración de unos seres, una clase palaciega personajes que componen el retablo de la mentira, la decadencia, la estulticia mística. El resultado, una especie de anti Evita que reconforta, una delicia para la mente, una aportación estética muy interesante en la puesta en escena.
         La representación, de factura impecable, posee un extraordinario rigor en movimientos, coreografía, desentrañamiento del texto, ritmos y voces. Yo creo que se trata de un trabajo ejemplar, donde todos y cada uno de sus intérpretes transmiten esa especial energía del trabajo actoral,  que se relaciona con un modo de hacer que cada vez se va perdiendo, y que podría resumirse en traducir sentimientos desde el interior al exterior para conseguir, incluso en clave de farsa, la credibilidad y la construcción de personajes verosímiles aunque vuelen por la vía del simbolismo. Lo ha dirigido Eduardo Recabarren, argentino como lo es la compañía, consiguiendo un espectáculo estimulante, yo diría que inolvidable.
Enrique Centeno

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