jueves, 12 de abril de 2012

Estamos en el aire ***

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Guión: Juan José Arteche y Ángel F. Montesinos. 
Intérpretes: Gemma Castaño, Juan Manuel Cifuentes, 
Eva Diago, Sito Ábalos, Lourdes Gafo, Enrique del Portal, 
Mar Abascal, Pere Martí, Arabia Martín, etc. 
Dirección musical: Antonio Moya y Antonio Palao. 
Coreografía: Aberto Portillo. 
Figurines: Pedro Moreno 
Escenografía: Wolfgang Burman. 
Dirección: Ángel F. Montesinos. 
Teatro: Alcázar. (16.9.1999)
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Historias de la radio

Ya sabíamos que, además de las hemerotecas, o del cine en algunos casos, la radio es testimonio de la historia, y que sus recuerdos y grabaciones son material de primera mano que forma parte de la memoria colectiva para explicar nuestro pasado. Este espectáculo, Estamos en el aire, de alguna manera crea expectativas en ese sentido. Se inicia en la posguerra española y abarca un amplio periodo, hasta el inicio de los ochenta en el que, tras una cierta decadencia, recobra su vigor al ofrecer, en directo, el fallido golpe del 23-F.

Se indica la realidad de cuando la radio ocupó buena parte de las noches del hambre y del frío de la mayor parte de los hogares españoles. Y que fue arma de propaganda y el importante objetivo de la censura –en sus canciones, con discos prohibidos, con el “Parte”  (noticias) obligado de Radio Nacional y tantas otras cosas- y de aquel Estado (nacido por un “golpe militar fascista”, una obviedad que, 60 años después, el Congreso de los Diputados acaba de aprobar como denominación oficial de aquel crimen).
     Tiempos de concursos para crear ilusiones, de folletines para la alienación colectiva, de consultorios sentimentales; todo lo cual se suministra en el espectáculo en clave de humor, como una burla (tristemente, bastaría una lectura actual para comprender que, en muchos sentidos, la televisión ha tomado el relevo a esa subcultura).

     La acción principal transcurre en el estudio de una emisora, donde incidencias y recreaciones de programas verosímiles. Lástima que otros muchísimos, quizá demasiados, no sean  aludidos en una historia de la radio: programas que alimentaron el ocio, y en los que se escribieron los más sonados momentos de las ondas; han sido omitidos, y son notorias, las ausencias, ni siquiera por alusiones, de aquella Cabalgata fin de semana, de Ustedes son formidables, o los grandes consuelos como Gila o Pepe Iglesias, El Zorro, que convocaban a la población alrededor de los aparatos de radio. Incluso a aquel martillo de herejes que era el padre Venancio Marcos, que cada noche divulgaba la doctrina del nacional-catolicismo y adoctrinaba en la intolerancia y la soberbia franquista. (No es probable que se haya olvidado por el hecho de que el espectáculo esté patrocinado por la actual emisora de los obispos: si se habla de cómo se calificaban las películas, desde el “mayores con reparos” al “gravemente peligrosa”, aunque ciertamente no se menciona la autoría religiosa de aquel dislate).
    En todo caso,  Estamos en el aire se ha hecho sobre todo pensando en el género musical, y esa es la parte que más importa a sus guionistas. Son las Canciones para después de una guerra –Martín Matino era otra cosa, claro- más o menos edulcoradas, en popurrís desiguales –no hay por qué fusilar a los Beatles, por ejemplo- pero que sitúan bien la época.
    Ya se comprende, por lo dicho, que el espectáculo es sumamente irregular, y que demasiadas servidumbres hacen que parezca una ocasión perdida del musical consciente, sobre un tema de tanto interés. Sus méritos formales son, por otra parte, innegables, desde la escenografía de Burman al excelente vestuario de Pedro Moreno, todo ello muy bien dirigido, como no podía ser de otra manera, por Ángel F. Montesinos, que ha sabido hacer un reparto brillante, con buenas voces que en algunos casos –es imposible reconocer a cada intérprete en tan largo reparto- ofrecen números de auténtica calidad.
Enrique Centeno

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