sábado, 23 de junio de 2012

Cabaret caracol ***

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Guión y dirección: Emilio Goyanes. 
Intérpretes: Ales Furundarena, Miguel Olmeda, Javier Parra,
 Virginia Noltïng.
Músicos: Santiago Varela, Iván Monje, Juan Erena.
Escenografía: Carlos Monzón.
Iluminación: Antonio Arrabal. 
Teatro: Cuarta Pared. (6.7.2000)
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Cabaret anarquista

La sala Cuarta Pared ha querido convertirse este verano en un teatro de variedades, para rendir homenaje y resucitar el Cabaret Caracol. Fue éste, según se nos informa, un modesto local del Madrid sitiado, durante la Guerra Civil, en la calle de San Bernardo. Gestionado por la CNT -que fue históricamente el sindicato hegemónico del mundo del espectáculo-, sufrió no pocos avatares tanto por la precariedad de aquellos tiempos del asedio fascista como por la persecución que, tras la toma de Madrid, padecieron sus artistas (el “Ya hemos pasao” de Celia Gámez dio la entrada a un cabaret distinto, el de las semiprostitutas semidesnudas y los señoritos de bigote que las esperaban a la salida tras sus negocios de estraperlo y de corrupción, aquellos falangistas puteros, que terminaron, también con el cabaret para convertirlo en lonja de carne humana)

Peleó el Cabaret Caracol ,como pudo, hasta su extinción, con actuaciones críticas, como correspondía al arte consciente en la situación de aquella época: entre la risa y la amargura, entre el testimonio y el estímulo, para un público que vivía la amenaza de los obusos. Parece ser que el director de este espectáculo halló, de forma casi milagrosa, una vieja filmación de aquel cabaret. Se propuso reconstruir o rememorar qué pudo ser aquello, y el resultado es este espectáculo, que se presenta bajo el auspicio de la compañía La ví e bel (un calco fonético del francés "La vie est belle").
    Lo que vemos, es cómo debe ser un cabaret acorde con el tiempo en que se produce, es decir, el eterno compromiso del artista. Para entendernos: lo que significaba Cabaret o incluso Chicago, como testimonio frente a las horteraditas de Por la calle de Alcalá  o El Águila de fuego, paradigma, ésta última, de la revista o el cabaret más reaccionario. De manera, que el espectáculo se inicia con una impresionante aparición de tres personajes: Franco, Mussolini y Hitler, en una imaginaria reunión de enanos cuyas enaguas no son sino fragmentos del Guernika de Picasso. Es un buen sello de partida para saber que no 
estamos ante la nadería, a la que se ha abocado el género en este país. Y entonces comienza un cabaret en el que no faltan los bailes, las canciones –son excelentes sus intérpretes-, la hermosa música en directo, la gracia; vaya como muestra esta copla: “Para los fascistas/ todos somos iguales/. Hay que matar lo pequeño/ igualito que lo grande”. Y sobre todo, la utopía. El escenario –de negro y rojo anarquista, de tricolor republicano- se transforma en un barco que emprende la travesía más hermosa, camino de Ítaca, hacia la Utopía, con sus tripulantes transformistas, hermosos, bellos, ilusionados, con encontrar un mundo libertario lejos de la mediocridad. 
    Que nadie se espere aquí atractivas mujeres semidesnudas, y escalinatas por las que lucir plumas: este es el verdadero cabaret para un público diferente.
Enrique Centeno 

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