lunes, 13 de febrero de 2012

Historia de un soldado **

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Música de Igor Stravinski.
Texto: C.F. Ramuz. 
Versión de Gloria Edeldina Álvarez. 
Intérpretes: Liza Colón-Zayas, Álex Miramontes, Omar Gómez, 
Tiana Álvarez. 
Orquesta: Avantil Camber Orchestra, dirigida 
por Grant Gershon  
Escenografía: Gronk. 
Vestuario: Gabriel Berry. 
Dirección: Peter Sellars.
Teatro: Madrid. (29.10.1999)
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Una historia decepcionante

Aunque había hecho alguna visita a Barcelona, al director norteamericano Peter Sellars le conocemos ahora en Madrid. Esta circunstancia, y la magnífica venta de su talento, hecha a través de la Oficinas de Prensa y la promoción, han hecho que su estreno de Historia de un soldado  se convierta en una de las estrellas del Festival de Otoño. De modo, que en el  Teatro de Madrid se respiraba una expectación singular en la noche del estreno. Un ambiente que contrastaba con el que se apreciaba al salir del espectáculo, de hora y pico. La objetiva crónica, la noticia misma, es que este montaje resultó ser un verdadero fiasco; que no gustó, y que produjo una desoladora decepción. 
Peter Sellars
    Historia de un soldado es una obrita que Stravinski escribió para ser acompañada por un narrador, y en la que música y danza se entremezclan para lograr un espectáculo directo, fácil de entender: una parábola sobre los estragos de la guerra, inspirada, concretamente, por el conflicto mundial de 1917. Se ha convertido en un clásico, y sus personajes principales, un soldado que regresa de la guerra, y del Diablo que le aborda para introducirle en las nuevas trampas de la paz. Adquieren esa lectura, ingenua pero universal, que hacen de la obrita una joya imperecedera. Sin olvidar, claro está, su música, eficaz y pegadiza, de unas cualidades narrativas inconfundibles.
Lo que Peter Sellars ha querido hacer, es proyectar el original sobre la vida misma de nuestros días. La orquesta, ataviada con una indumentaria Iñaki, casi de festival, ocupa la parte izquierda del escenario. Suena bien, excelentemente, y podría afirmarse que sus siete instrumentos son  lo mejor del espectáculo, sin la menor duda. Y a la derecha, la historia propiamente dicha. Allí, una cortina americana -que ha pintado el artista Gronk-, evoca, en una composición cubista, evidentemente influida por el Guernica de Picasso: la matanza de las guerras. Y escuchamos la historia de la narración original reconvertida por la poetisa chicana Gloria Enedina Álvarez. Quien la irá contando es también una mujer de aspecto mestizo, que en ocasiones se expresará en español, como el resto de sus compañeros, porque el escenario adquiere un cierto aire de mezcla étnica y cultural, donde la presencia hispana es potente. Incluso en el propio conflicto, que se ha actualizado y que implica no ya una guerra, sino todas las  de nuestros días.
    Las referencias, a estos conflictos actuales, son continuas. El inocente soldado de El Salvador, vuelve de Kosovo, pasa por Panamá o Chiapas, busca la felicidad soñada del pueblo mejicano... Y cada uno de los cuadros va presentando la frustración y el engaño de un diablo que se ha convertido aquí en policía, capitalista, torturadores, etc. Todo este intento de actualización, sobre todo viniendo de Estados Unidos en sí mismo; gratificante, conveniente e inesperado. Lo cual, por otra parte, no debe impedir su justa valoración artística o estrictamente teatral.
    Trabajan los actores con micrófono en mano. Sus intervenciones se hacen fragmentadamente, sin que música y acción logren un ensamblaje suficiente. Y los cuadros se separan con torpeza, mediante esa insistente cortinilla, que facilita el cambio de unos paneles cada vez distintos, siempre debidos a Grank. No son buenos actores, y poseen un convencionalismo en la que ni voces, ni cuerpos ni personajes, están a la altura de esta producción que no prescinde de medios. Hay una elementalidad en las máscaras, los disfraces, las coreografías –alguna de ellas verdaderamente vulgares-, y los humitos de ambientación que producen la sensación de un teatrillo de aficionados, alimentado por una excelente orquesta prestada. El texto es como un panfletillo de mitin, una cosa como muy honesta y muy pobrecita; muy chata, que es lo que el espectáculo de este elogiadísimo Peter Sellars ofrece en su estropeada Historia de un soldado.
Enrique Centeno

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