domingo, 18 de marzo de 2012

Una comedia americana sobre la ansiedad. Kvetch ***

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Autor: Steven Berkoff.
Traducción y adaptación: Julio Salvatierra.
Intérpretes: Álvaro Lavín, Marina Seresesky, 
Chari Martín, Iván Villanueva, Resu Morales.
Escenografía: Almudena Bautista.
Vestuario: Marina Seresky.
Iluminación: Luis Perdiguero.
Dirección: Julio Salvatierre.
Teatro: Cuarta Pared. (143.2012)
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Drama para reír


Es esta una sorprendente comedia de Steven Berkoff, escrita hace ya 25 años. De este actor y cineasta, sus obras teatrales se alejan de sus habituales dramas y tragedias, basadas en temas históricos. Con distintos aciertos  en nuestras escenas, como Griegos, Mesías o Ricardo 3º. Y el diferente estilo burlesco, grotesco y crítico, garantiza el éxito de Una comedia americana sobre la ansiedad, que ahora vemos añadiendo Kvetch, en realidad su título; palabra que el autor judío escribe en hebreo, y que según hemos sabido, significa “ansiedad”. Es, ciertamente, el sentimiento de los personajes ante el mantel de la mesa donde se cena -y que lo hace con mucho talento la compañía Teatro Meridional- lo que será, justamente, la bandera de rayas y estrellas.  El tema se centra en la sociedad norteamericana, aunque, cada cual, pueda acercarlo a la nuestra.
    El ingenuo Frank (Álvaro Lavín), al regresar a casa tras su trabajo –vendedor-, sabe bien que comenzará su angustia. En la escena previa nos habían enseñado ya la cocina, con  la esposa Donna -Marina Seresesky-, especial cocinera en estropear o quemar cualquier comida. Junto a ella, siempre ligada, su  querida madre, la suegra –Resu Morales- que espera también la llegada del yerno. Y aparecerá, efectivamente, ya con el gesto de sufrimiento. Aguanta  la  cena inmóvil en su silla; lo que está pensando lo hace en voz alta, sirviéndose de apartes, congelando a los demás personajes. Este efecto se utilizará en toda la representación -procedimiento del teatro clásico- que aquí producirá la farsa y la diversión, pero, verdaderamente la maldad de la singular familia.
Aparece después el inesperado amigo y divorciado, Hal –Chani Martín-, con ese común vestuario de los 70, todos cubiertos con el  pelucón. Ella coquetea, la suegra se tira pedos, él quisiera huir soportando la escatología –la esposa irá a vomitar-, y también ante la espantosa comida. Siguen los apartes y la congelación. Cada vez hay más cachondeo en el patio de butacas: se prefiere no viajar al fondo de la comedia. El último será, más brevemente, un constructor jefe, Gergi –Iván Villanueva- en una cita con Donna, con la  supuesta infidelidad. Otro fracaso.
No es tampoco común que esta compañía haya montado una comedia –maldita-, es un magnífico montaje donde todo el reparto muestra un gran talento. Lo dirige Álvaro Lavín –es también aquí el protagonista- en una riqueza completa de ritmos, con fuego en los diálogos y gestos corporales cambiantes. Buena ayuda habrán tenido sus actores, algunos habituales en la compañía.
Enrique Centeno

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