jueves, 12 de abril de 2012

Diálogos en el paraíso **

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Autor: Carlos Sarrió.
Intérpretes: Antonio Sarrió, Arsenio Jiménez, Begoña
Crespo, Daniel Moreno, Julio C. García.
Escenografía y vestuario: Pablo Almeida, Gonzalo Buznego.
Dirección: Carlos Sarrió (Cambaleo Teatro).
Teatro: Círculo de Bellas Artes. (14.9.1999)
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Risotadas sobre el caos

Nada tan lejos del paraíso, como este mundo que la compañía Cambaleo nos muestra, con el  paradójico, titula de Diálogos en el paraíso. Cuadros o escenas de desoladora incomunicación, personajes blancos que apenas saben dónde van y qué esperan. Vidas sujetas a una alienación que, llevada a sus últimas consecuencias, producen la risotada crítica.
   Lo que se utiliza consiste, básicamente, en la desestructuración de cualquier procedimiento, y el experimento alcanza tanto a las historias como a sus lenguajes verbales y corporales. Aunque se huye de cualquier referencia espacial o concreta, es fácil imaginarlas en cualquier calle o en una sala de espera. Las primeras son, aparentemente, inverosímiles llevadas al absurdo,  con imaginación utilizando personajes y situaciones que más bien muestran un caos, una aniquilación que se lleva a cabo con un gran sentido del humor, y que ofrece una visión de amargura y de protesta cotidiano. Ese sentido del humor, lo domina también el texto hablado y gestual, caracterizado por la parodia, la farsa, y por las clásicas figuras del retruécano, la paradoja o los sinsentidos.
    La compañía Cambaleo -cuyo último espectáculo, hace solo unos meses, es mejor no recordar-, huye premeditadamente de la dialéctica, de la explicación del caos que retrata. Y su autor, Carlos Sarriá, hace hablar a sus personajes, de lo divino y de lo humano con un ingenio provocador, a veces con agudas ocurrencias, y otras con chascarrillos superficiales. Siempre en un tono de ejercicios de estilo. El resultado es una mezcla del lenguaje de Jardiel Poncela y de la  imposibilidad que se manifestaba en el llamado teatro del absurdo, una combinación en la que logra momentos muy eficaces, que se siguen con regocijo. Todo lo cual se consigue, sobre todo gracias a un equipo de intérpretes que realizan un notable trabajo: medido, meticuloso, rico tanto en gestos como en palabras. Y colabora no poco la hermosa escenografía de volúmenes escultóricos en una estética de inquietante vacío.
Enrique Centeno

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