jueves, 12 de abril de 2012

El gran mirón ●

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Intérpretes: Giraldo Moisés, Félix Gontán, 
Carmen Illán, 
Lluis Sala, Susana Cortés, Aure Sánchez. 
Dirección: Marcelino Hernández Adrade. 
Teatro: Alfil. (1.8.2000)
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Llegó el teatro basura

El título y el cartel anunciador de esta cosa que acaba de estrenarse en el Alfil nos pone sobre aviso la propuesta de una sátira, quizá una imitación, tal vez una burla del Gran Hermano televisivo. Pero esta es, sin la menor duda, una misión imposible, porque el original era ya una sátira de sí mismo, una burla, un esperpento. Leemos hoy mismo, en la prensa, que el ganador de ese programa -experimento entre alienados orgullosos de su pertenencia al género de los gorilas-, ha sido objeto de una recepción de gala en el Ayuntamiento de Cádiz y que, a propuesta del grupo socialista, será el próximo pregonero del carnaval de aquella ciudad.
    Intentar parodiar este fenómeno, es por tanto inútil. Hay incluso en el espectáculo teatral un presentador que se empeña en exagerar, y que no comprende que no alcanza ni la capacidad histriónica de la Milá, ni su cinismo, y ni sus increíbles dotes para mentir.
De este modo, El gran mirón no pasa de ser un producto de todo a cien, un sucedáneo cuyas escenas se van sucediendo sin que causen risa, pena, indignación, ni nada de nada. En esta sala, que es el santuario escénico de Leo Bassi, parece especialmente inadecuado semejante espectáculo: nos gustaría ver al exhibicionista, pero formidable crítico y payaso, que intentó boicotear el programa de Tele 5, cómo reaccionaría ante lo que el Alfil está ofreciendo.La noche del estreno, por cierto, acudió un público que recordaba a los mismo que esperaba en la puerta de la llamada “la casa” a los  concursantes que iban saliendo de allí: una histeria de amiguetes silbando y bramando en esa misma línea de alienación y de estupidez; incluso presuntos espontáneos que participaban y que, por supuesto, no era sino otra estafa.
Del mismo modo que los concursantes del programa de más audiencia de la historia de nuestra televisión,  éstos no son actores, pero van a trabajar como tales; tampoco presentadores, y sin embargo ya les llueven los contratos; no cantan pero grabarán un disco, y su mérito es la holgazanería y la indolencia mental y física, en este espectáculo, eso sí, algo parecido. Un presentador que se cree gracioso y que resulta pastoso –y encima improvisa chistecillos del peor gusto gusano sobre su Cuba- y una troupe de presuntos. Cinco en total, que son, a su vez, presuntos actores y actrices en la realidad. Porque lo cierto es que no descubrimos en ninguno de ellos el menor talento, la menor capacidad, la menor formación; aunque puede que, en su parodia de la nada y del vacío, sean tan geniales que precisamente nos transmiten todas esas carencias en un alarde interpretativo. Yo creo que la compañía debería solicitar el mailing de los asistentes al plató de las mentiras de la Milá: encontrarán en ellos el público ideal para este nuevo concepto del teatro basura que estaba aún por inventar.
Enrique Centeno

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