sábado, 17 de diciembre de 2011

Tocar madera **

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Idea y Dirección: Gustavo del Río.
Dramaturgia: Luis Andrés Gómez.
Intérpretes: Pedro Martín, María Toledo, Nicolás Gaude, 
Natalia Narbón, Irene Ballester, Luis Andrés Gómez.
Vestuario: Charo Vicente.
Escenografía: Manuel Enríquez.
Coreografía: Pablo Esbert e Irene Ballester.
Teatro: Cuarta Pared. (14.12.2011)
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Terminar antes de empezar

La idea y la dramaturgia –Gustavo del Río, Luis Andrés Gómez-, muestran sus sensaciones, sus versiones o situaciones sobre la actualidad. Es una especie de imposibilidad, un lamento ante el final del mundo. Son los vencidos antes de empezar a nada. Este es una especie de  mundo infinito, de tiempo desconocido y de velocidad ignorada. En sus vídeos –se utilizan en muchos momentos- nos enseñan imágenes de física matemática de líneas espirales que señalan difíciles formas de movimientos; son impresiones que no podemos relacionar,  y que nos dejan en lo misterioso. Hablan también del Caos. O del No.
    En esta visión, la joven compañía desarrolla la función entre el pesimismo y el anuncio del final fracasado. La escenografía divide las acciones en cuatro espacios. Uno de los actores –todos hacen un estupendo trabajo- dialoga con sí mismo, y lo explica al propio espectador con la sala encendida; en otro lugar, veremos una habitación con abundantes libros apilados, que al curioso personaje no le sirven apenas de nada; en una leve aula de clase,  discuten dos alumnas –uniformes de colegio privado- sobre temas que –por nuestra culpa-  no hemos terminado de entender, exactamente, qué es lo que provoca tales gritos: son notables las dos actrices; y el cuarto lugar, junto a una cama, muestran sus personajes  el  permanente pesimismo.
    El montaje utiliza varias escenas en forma de danza coral –calidad coreográfica  de Pablo Espert e Irene Ballester-, con tensiones y violencia entre músicas, siempre con la desesperación, y cercano al Teatro Danza (estilo que ha ido desapareciendo en sólo unos años).
    En el vídeo, de generosa pantalla, lo que más inquieta es un gran ojo cuya pupila observa, pestañea, vigila, tal vez anuncia el final: serán imágenes de la destrucción, con edificios que van derrumbándose. Y, al mismo tiempo, suena –fuerte sonido- la canción operística conocida y estremecedora: “Una furtiva lágrima/ brotó desde sus ojos. Aquellas alegrías de jóvenes/ parecieron ser envidiadas” (Una furtiva lagrima/ negli occhi suoi spuntò. Quelle festose giovani/ invidiar sembrò). Ha querido esta compañía transmitirnos el fin del mundo. No había posibilidad de salir de la decadencia.
    Es una buena función, aunque las comunicaciones o diálogos son muy escasos. Y los intérpretes lo hacen brillantemente.
Enrique Centeno

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