domingo, 18 de septiembre de 2011

A little night music ***

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Música y letras: Stephen Sondheim.
Libreto: Hugh Wheeler.
Intérpretes: Constantino Romero, Vicky Peña,
Jordi Boixaderas, Alicia Ferrer, Ángel Llàcer,
Montserrat Carrulla, Núria Canals.
Escenografía: Jon Berrondo.
Vestuario: Antonio Belart.
Dirección musical: Manuel Gas.
Dirección: Mario Gas.
Teatro: Albéniz. (31.10.2000)
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Un juego de amor

Que los autores de Sweeney Tood, el barbero de la calle Fleet, el mejor musical que hemos visto nunca, de este mismo compositor Sondheim y del libretista Wheeler- quienes se unen para esta Música en Una pequeña noche de música, bien contrastada con aquel Barbero. Ruptura del original título de Shakespeare El sueño de una noche de verano, frente a Macbeth, o juegos como La comedia de las equivocaciones que, por cierto, andan flotando como referencias lógicas a la cultura anglosajona en este musical.Aunque se confiese inspiesen la inspiración de Sonrisas de una noche de verano, la película de Igman Bergman.
Fotos de Ros Ribas
  El asunto es un enredo, a medio camino entre el vodevil y la alta comedia, pasado por la estética de la Suecia de finales del XIX. Este último elemento es fundamental, porque el musical se nutre, en buena parte, del esplendor escenográfico y del vestuario, que aquí, en efecto, se explota con un gusto exquisito; a veces con alardes de belleza que subraya la delicada iluminación: es la caligrafía perfecta, el conocimiento enorme de Mario Gas, capaz de prestar su sensibilidad lo mismo al drama, a la tragedia o al juguete bufo (Golfus de Roma, de los mismos autores, o Sweeney Tood), sea musical o teatro de texto.
    Un juego de amor, un cruce de engaños y de verdades que se entremezclan; imposibilidad de ser fiel, o la defensa de la infidelidad entre la ironía zumbona e inocente, lo que producen en el público una rara complicidad; como si en el patio de butacas existiera una cierta solidaridad con todo ese engaño: algo tiene esta comedia para que, en su aparente fantasía, nos resulte familiar, aunque, eso sí, se acepte como algo que ocurre hace cien años.
    A ello hay que unir, sin duda, esa calidad escénica a la que nos referíamos, y que pasa, naturalmente, por un plantel de intérpretes formidable. Constantino Romero: voz, presencia, entendimiento; Vicky Peña, fascinadora como siempre, delicada y de espléndida voz, como su compañero; la sabiduría de Montserrat Carulla; el divertido atribulamiento de Ángel Llàcer; o el buscado enervamiento fatuo de Jordi Boixaderas, aunque todo el largo reparto está a su misma altura. Suena muy bien la música, que dirige Manuel Gas desde el foso del teatro Albéniz. Todo posee esa firma impecable que se intuye apenas leer los créditos en el programa de mano.
Enrique Centeno

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